Fue el nombre adoptado por el régimen nazi para describir toda obra de arte moderno y prohibirla a favor de lo que el partido llamaba "arte heroico".
El arte tildado de "degenerado" fue censurado en territorio alemán y despreciado por sus connotaciones o influencias bolcheviques y judías.
Así mismo, los artistas “degenerados" fueron sujetos a sanciones tales como despedido de cargos en la docencia, prohibición para exhibir o vender su arte y hasta el impedimento para generar nuevas obras.
El término fue difundido por el crítico cultural judeo - austrohúngaro Max Nordau, a través de su obra “Entartung” (Degeneración), en la cual intentó demostrar que la degeneración del arte viene dada, primero, por la del artista.
La tesis del autor sería posteriormente retomada por Hitler, quien en un discurso afirmó que estas distorsiones del arte moderno eran síntomas de la degeneración mental de los artistas y de sus ansias por pervertir a la nación alemana.
Bajo el título “Entartete Kunst”, la exhibición fue montada en la Casa de Arte Alemán de Münich en julio de 1937. Allí expusieron unos 600 trabajos modernos sacados de otros museos alemanes, colgándolos caóticamente y acompañándolos con textos denigrantes, dibujos hechos por enfermos psiquiátricos, fotos de personas con malformaciones y etiquetas que evidenciaban el elevado precio que los dirigentes anteriores pagaron por las obras, mientras Alemania sufría tras las condiciones impuestas en el Tratado de Versalles por los países vencedores de la Primera Guerra Mundial.
Tal era el fanatismo de ciertos partidarios al régimen que algunos testigos aseguran haber visto como estos escupían y repudiaban las obras, mientras que otros ciudadanos, visitaban el museo solo por temor a no poder ver sus trabajos favoritos de nuevo. Paradójicamente, y entre comillas, más personas fueron a la muestra de arte degenerado que al museo de arte heroico nazi.
Tras su cierre en Münich, después de registrar un estimado de dos millones de visitas, la exhibición recorrió a lo largo de tres años diferentes ciudades de Alemania.
Estando la exposición en Berlín durante junio de 1938, el mariscal Hermann Goering organizó una subasta de arte degenerado en el Hotel Nacional de Lucerna, donde se vendieron a delegaciones extranjeras obras de Van Gogh, Picasso y Gauguin entre otros grandes, recaudando la suma de 115.000 dólares de aquellos tiempos.
Los nazis promovían solo el arte que era próximo al estilo clásico greco romano y que exaltaban los valores de "sangre, tierra y pureza”.
La teoría decía que el arte heroico simbolizaba al arte puro y a la liberación de la corrupción, mientras que los modelos modernos se desviaban de la norma prescrita por el canon de belleza clásica en su afán por distorsionar la realidad.
El partido sabía que el medio más eficaz para moldear ideológicamente a los alemanes era a través del control total sobre la cultura. En el marco de este plan, todos aquellos artistas que querían trabajar y exponer sus obras se vieron obligados a unirse a la “Cámara de Cultura”, para lo cual debían pasar pruebas de pureza ideológica y racial.
Y buscando dejar en claro el nivel de campaña propagandística que había detrás, la idea de esta muestra no solo era burlarse del arte moderno, sino que también buscaban alentar a los visitantes a verlo como un síntoma de una conspiración contra el país.
"Lo que están viendo son los productos enfermos de la locura, la impertinencia y la falta de talento. Necesitaría varios trenes de carga para limpiar nuestras galerías de esta basura. Esto sucederá pronto". Así se dirigió al pueblo el presidente de la Cámara de Cultura del Tercer Reich y artista favorito de Hitler, Adolf Ziegler, en la apertura de la muestra en Münich.